Graciel poseía un don innato: convertir cualquier mentira en una verdad casi irrefutable.
Esta ventaja la convirtió en una gran empresaria. Su compañía ganó millones y millones exportando mentiras envasadas para diversos usos.
Había mentiras laborales, familiares y hasta románticas. Todas llegaban en perfectas condiciones a manos de los clientes que las compraban.
Sin embargo, la fortuna capitalista de Graciel la llevó a ser acribillada a tiros por un grupo de filósofos peruanos.
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