Llóber

Llobér Díaz pertenecía a la aristocracia.

Residía en una gran casona de Buenos Aires, donde disfrutaba de los placeres culinarios más exquisitos del planeta. Cuatro empleadas domésticas se encargaban de satisfacer los requerimientos del Caballero Llobér (como se hacía llamar por su séquito) comprando toneladas de comida, y realizando transacciones con chefs internacionales.

Sin embargo, en una habitación secreta de la casona, Llóber Díaz poseía un horno pequeño, en donde cocinaba sus empanadas. Las amaba. Las adoraba. Las fotografiaba en distintas poses. En cierta manera se sentía carnalmente atraído por ellas.

Luego de la sesión fotográfica, el millonario colocaba dos docenas de sus Empanadas en la cama formando un círculo. A continuación se recostaba dentro de esta figura geométrica, en posición fetal. Permanecía así dos días seguidos.

“Esto me permite viajar a Empanada-Landia, la tierra de las empanadas” expresaba Llóber.

Locura y fogón. Alimentos diarreicos. Proteínas perdidas que buscan a un padre redentor. Era de esperar que el millonario ambicionara convertirse él mismo en empanada.

Esta idea creció. Cobró forma una mañana cuando les pidió a sus cuatro domésticas que preparasen una masa gigante. Finiquitada esta orden, el millonario se introdujo en la masa y dijo: “Hagan un repulgue, quiero pernoctar dentro de esta gran empanada”.

Las hábiles manos de las doncellas cumplieron con la orden. La gigantesca empanada fue colocada en el horno principal, y allí se cocinó durante media hora.

Llóber Díaz no gritó en ningún momento, pese a que las llamas del fuego trituraban su cuerpo. Era la alquimia más sagrada: la unión del hombre con la comida.

Cuando abrieron el horno la obra estaba completa. Una empanada negra yacía sobre la bandeja.

Entre los últimos latidos de aquella aberración se escucharon estas palabras: “Soy… feliz…”

Luego llegó la muerte. Y la mesa fue servida.







Comentarios

  1. Estee... Perturbador

    Admito que en verdad hubiera pensado en que se cortaría algún miembro para empanadarlo y luego comerlo...

    Perturbador

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  2. Mina:

    Así es. Una historia dura. A veces, estar dentro de una empanada es mejor que estar en una ciudad.

    Gracias por pasar!
    Vul

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  3. la posicion fetal en la empanada es la vuelta al utero contendor? la famosa madre repulge?

    la teoria de la empanada como principio culinario... y paradojicamente como principio del fin...

    uf esto tiene demasiado aji molido para mi comprension, lo siento

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  4. No hay mejor lugar para el relleno que dentro de la empanada

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  5. Carlos:

    Como señalás, es un volver al útero culinario; retroceso freudiano-gastronómico.

    Gracias x pasar!
    Vul

    Mina:

    Coincido con vos! cada relleno en su lugar!

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  6. Declaro que estas son las fotos más aterradoras que he visto en mi vida.

    Abrazo!

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